Coronel Herbert Boy

EL TIEMPO (29 Nov 1969, Páginas 1 y 12)

Historia Intima del Coronel Herbert Boy

(Tomado de «Semana», abril de 1949)


Hace pocos días, un ciudadano, hasta entonces alemán, prestó el juramento reglamentario ante el alcalde de Bogotá, para optar así la ciudadanía colombiana. Su nombre: Herbert (Heriberto) Boy. Su edad: 52 años. Su antigua profesión: aviador. Días antes el presidente Ospina Perez (1949) había estampado su firma en la correspondiente carta de naturaleza. Ese hecho coincidía con el vigésimo-quinto aniversario de la llegada de Boy a Colombia. La tramitación de la carta no tuvo, en este caso, mucha demora. El solo nombre del solicitante a la cabeza de los pliegos de papel sellado, apresuro las diligencias. Ya todos los funcionarlos lo consideraban como colombiano y refrendaban complacidos lo que era apenas un formulismo.
De la tierra al aire
Tendidos en el fango de una trinchera en el sector del Somme durante la primera guerra mundial. un joven soldado alemán seguía con asombro las evoluciones y maniobras de los aviones sobre el campo de batalla. El soldadito, casi un niño, envidiaba a aquellos hombres que libraban una lucha en los aires y gozaban, al menos, del privilegio de morir rápidamente entre los restos calcinados de sus maquinas y no desangrándose en mitad del campo, atravesados por una bayoneta o mutilados por un obús. Pero no era tarea fácil, en 1915 la de ser admitido en las fuerzas aéreas. Eran estas tan reducidas y tal el deseo de los combatientes de actuar en ellas — porque al aviador lo rodeaba un halo de prestigio y gloria— que constituía un raro privilegio el ser escogido. Así fue como este soldado, herido por 2 veces en acción, decidió intentar algo que rompía las normas de la severa disciplina prusiana: escribir personalmente una carta al emperador Guillermo II.

Pocas semanas más tarde, en medio del estupor de sus Jefes, llegó la respuesta dentro de un sobre sellado con águilas imperiales. Boy sufrió una fuerte reprimenda por no haber observado la tramitación regular, pero la respuesta era favorable: había sido admitido en la aviación.

Cuna de la aviación
La primera guerra mundial (1914-18) fue, por ciertos aspectos, la cuna de la aviación. Las trágicas experiencias en ella conseguidas, le dieron plena vida. Exponiendo diariamente sus vidas, en maquinas rudimentarias, sin el auxilio valioso de la radio, hombres de nervios bien templados y de heroica resolución contribuyeron al progreso aeronáutico. Pero no eran suficientes el coraje y el animo seguro para sacar todo el provecho que se esperaba de aquellos extraños aparatos con que los hermanos Wright llenaron de asombro a quienes no creían que pudieran cruzar los espacios maquinas mas pesadas que el aire. Había que unir a todo aquello una inteligencia superior, amplias capacidades y perfecto equilibrio de todas las facultades mentales.

De la mula al avión
El auge de la aviación, una vez concluida la primera guerra mundial, sorprendió a Colombia cuando apenas iniciaba el desarrollo de sus sistemas viales, dependiente el país has ta entonces de lentos e incómodos trozos de ferrocarril, de vías fluviales intransitables en el verano y caminos de herradura cerrados en el invierno. Un viaje de Bogotá al mar era una
proeza. Las ciudades permanecían distantes entre si. El país se ignoraba. Fue así como el implantamiento de la aviación comercial, mucho antes que en otro cualquiera de los países americanos, y en segundo término en el mundo, señaló la iniciación de una espléndida etapa de desenvolvimiento económico. Colombia, según la frase consagrada, dio un salto de la mula al avión. Entre quienes trabajaron por este transito, se halla en lugar destacado, Herbert Boy, el soldadito del Somme.

Aprendiz de industrial
En Dutsburg. ciudad Industrial de la desembocadura del Ruhr en el Rhin, nació Boy (24 de octubre de 1697). Estaba destinado a ser un fabricante de maquinarla, como lo habían sido sus antepasados. Su padre. Alfred Boy, muerto en 1909, fue un famoso industrial consagrado a la producción de maquinarla textil. Su madre, María Dupuis, muerta en 1933, perteneció a una familia belga también de industriales, quienes implantaron en Alemania la fabricación de calderas a la manera de Lieja, ciudad belga, famosa por su industria metalúrgica. Herbert Boy, cuya niñez transcurrió en medio de un paisaje de chimeneas y altos hornos, parecía que iba a proseguir la obra de los suyos. Realizó sus estudios iniciales en Dutsburg y mas tarde, a la muerte de su padre, en Rheydt. a donde se trasladó su familia al lado de los abuelos.
Goebbels no sirvió
En 1914 Herbert Boy se acercaba al termino de sus estudios de bachillerato cuando llego la orden de movilización general. En dos meses finalizo el curso y Boy, con sus condiscípulos, jóvenes de 17 y 18 años, marchó a los cuarteles a iniciar su entrenamiento para la guerra. Tan solo uno de sus compañeros se quedo: Joseph Paul Goebbels a quien la parálisis congenital de una pierna, lo libro del servicio militar. El futuro ministro de propaganda de Hitler y compañero de este en su dramático final, logro así continuar sus estudios, los cuates solamente pudieron hacer mas tarde, al regreso de la lucha, 5 de sus 11 condiscípulos que volvieron con vida. A Boy le correspondió iniciarse en la guerra con arma de infantería. Su niñez concluyó en medio de la matanza, salpicado de lodo y de sangre, viendo caer a su lado a los mejores amigos y a su hermano Waldemar, ingeniero de 20 años.

La escuadrilla 14
Ocho semanas de entrenamiento en la aviación le permitieron ingresar al servicio de una escuadrilla de caza. La poca experiencia de los primeros meses tuvo como consecuencia un aterrizaje forzado entre las dos líneas cuando combatía con un avión ingles.

Resultó ileso y volvió a la lucha para convertirse mas adelante en el comandante de la escuadrilla 14, en la que figuraba Helmuth von Krohn, sin sospechar en lo más mínimo que la amistad que allí se inició cambiarla después el rumbo de su vida. Al concluirse la guerra —con la Cruz de Guerra y otras condecoraciones en el pecho— Boy y sus compañeros retornaron a sus hogares, desorientados, moralmente quebrantados, convertidos en hombres de 21 años para quienes el curso de la vida había cambiado de manera definitiva. Boy decidió seguir la carrera le economía y finanzas.
Geografía elemental
A fines de 1923 lo llenó una carta de su amigo von Krohn, quien no lo había olvidado y se hallaba entonces en «un lejano país de America» junto con dos compañeros: Fritz Hammer y el ingeniero Vilheim Schurbush, iniciadores de la aviación comercial en Colombia. Ellos concibieron la idea, utópica, en aquella época, de fundar una empresa de aviación, algo que era casi desconocido en el mundo. Von Krohn le escribió entusiasmado de «un maravilloso país tropical con un cielo siempre azul”. Las pintorescas descripciones de von Krohn, su radiante optimismo, despertaron en Boy el deseo de correr la aventura. mas cuando se trataba de volver a empuñar los timones. Pero ¿como verificarlo? Eran momentos de tremendas dificultades para Alemania. La inflación inundaba de billetes el país (un dólar representaba cinco billones de marcos). Los más grandes capitales habían quedado reducidos a la nada. Boy se dirigió a su tío y tutor quien, después de muchas dificultades, otorgó el permiso y los fondos necesarios para el viaje, no sin antes hacerle ventajosas ofertas de trabajo en la industria textil. Así. el 6 de febrero de 1924 desembarcó en Puerto Colombia para iniciar sus actividades en la Sociedad Colombo-Alemana de Transportes Aéreos (SCADTA), posteriormente transformada en la Avianca. Pero Boy no obtuvo plaza de aviador. Lo reducido de la empresa (2 vuelos por semana) y el escaso material volante (3 máquinas) no le permitieron ingresar como piloto y tuvo que prestar sus servicios en las oficinas del correo, con un ínfimo sueldo, pegando estampillas en las cartas.
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