EL TIEMPO (29 Nov 1969, Página 13)
Isabel de Boy:
De Interventor de Scadta a Comentarista de Modas
Por Gloria Pachón Castro
Hace siete años Isabel dice lo que piensa en materia de elegancia a través de su columna, en la Sección Femenina de este diario: no se reduce a este límite, sin embargo y colabora frecuentemente en otras secciones del periódico.
De los primeros en Scadta
No por casualidad Isabel Montaña de Boy fue una de las primeras colaboradoras de la Scadta en Bogotá y tampoco resulta extraño que se contara entre las primeras mujeres que, en el país, trabajaron “en oficinas”.
“Había un solo detalle… incómodo, cuenta Isabel, era que los alemanes, con su protocolo y su educación, abandonaban el trabajo con la velocidad del rayo cada vez que yo entraba a la oficina y muy ceremoniosos se ponían de pie para saludarme… hasta que un día les dije: ‘Ignórenme’ por favor, hagan de cuenta que no he entrado, ni salido…”.
Trabajaba porque “necesitaba hacerlo” esencialmente. Ya antes lo había hecho, al servicio del gobierno y el puesto de Scadta se ajustaba tanto a sus necesidades económicas, como a sus aspiraciones de aquella época.
“Fue —explica— poco antes de la muerte de Gardel; me nombraron interventora de la Scadta, en Bogotá. Las oficinas eran reducidas y quedaban localizadas en el edificio Agustín Nielo, ya que la gerencia general estaba en Barranquilla.”.
Aparece el coronel
“Eran contadísimas —insiste Isabel— las mujeres que trabajaban en oficinas, así que mi caso no resultaba corriente. Un día, al regresar de un viaje, el coronel Herbert Boy fue a saludarme. Había oído hablar de él, naturalmente. Me pareció, francamente, antipático. Bueno, yo no diría tan antipático como suficiente… presuntuoso. Sí exactamente eso fue lo que me pareció. Y por añadidura parece que le molestó mucho verme allí. Su expresión parecía decir: ¿una mujer aquí. .?”
“La historia más que romántica, es dramática”, dice Isabel de Boy refiriéndose a la época de su noviazgo con el coronel Herbert Boy.
“No por la historia en sí, agrega, sino por las circunstancias.. primero eramos dos funcionarios, simplemente, después fuimos novios en secreto. Más tarde hubo mucha angustia y luego… luego diez años de ‘asfalto’.
“Las circunstancias eran la guerra.
“El día que llegué de Cúcuta, el coronel me esperaba en Techo, ya ocupado por las tropas”.
Aquí comenzaron los problemas y la incertidumbre a veces acrecentados con rumores, otras por un detective de gabardina que comenzó a vigilar a Isabel.
“Pero al comienzo no me creyeron, dice ella. Aseguraban que yo me había contagiado de la hiperestesia de la guerra y el detective de gabardina seguía detrás de mi”.
Había conspiración. Ese era otro problema. Voces misteriosas comenzaron a llamar al coronel y advertirle la necesidad de que saliera en el convoy de Buenaventura.
“Fue un sábado al medio día cuando me llamaron a decirme que a Herbert lo habían expulsado del país y que la comunicación se la había hecho en esta casa —desde entonces él vivía aquí— un empleado de la legación. Mi hermano Gabriel me animó diciéndome que ese no era procedimiento para comunicar una expulsión…
“Llamé a Palacio, sigue contando Isabel. El presidente no estaba y me aconsejaron que hablara con el doctor López de Mesa, ministro de Relaciones Exteriores. Fui a su casa, el ministro dormía la siesta. Le dije a la muchacha: ‘es de vida o muerte, lo espero’, y en efecto lo esperé afuera, recibiendo el sol, sentada en la Rebeca.
“Pero entre tanto iban siendo las seis de la tarde… el coronel seguía en sus compras y…. en lo de su testamento.
” ‘Que el Cristo de San Diego lo entienda, señorita’, fueron las palabras del doctor López de Mesa a Isabel. ‘Ni yo ni el gobierno colombiano hemos expulsado al coronel Boy’.
“Después de eso, continúa, a pesar de los rumores insistentes y de las llamadas amenazantes y, desde luego, de la incertidumbre, resolvimos ‘echarle la capa al toro’ y nos casamos”.
Diez años de asfalto
Hoy, después de largo tiempo, Isabel recuerda agradecida “la ayuda admirable, el apoyo magnifico que nos brindaron el doctor Santos, el doctor López, el doctor Alberto Lleras, dos altos funcionarios de Panamerican, ya fallecidos, el señor George Rihl y el señor Rice”
“Era difícil no perder la razón y era casi imposible para el coronel, un hombre activo y dinámico, acostumbrarse a no hacer nada: pintaba la casa, iba al campo, regresaba, volvía a pintar la casa… hasta que un día, hace aproximadamente 18 años, Jorge Restrepo Hoyos lo llamó para que regresara a Avianca”.
Segunda parte más alegre
Isabel dice que “la segunda parte de su historia” es, indudablemente, más alegre que la primera.
“Querían que el coronel fuera gerente de Aerotaxi, pero la guerra había sido para el un fuerte golpe y el cargo requería viajes y traslados constantes, entonces comenzó en Techo, en asuntos relacionados con la carga.
“Fue en el 50 cuando Avianca comenzó a volar a Roma, cuenta Isabel. Era interesante y era divertido. Nos correspondía dar una serie infinita de explicaciones a algunos peregrinos que se aterrorizaban ante la idea de una escala en ‘Lisboa’… protestaban, decían que querían ir a Roma directamente ‘sin rodeos’.
“Nos fuimos a Europa. La primera vez después de la guerra, el coronel volvió a ver a su familia… diezmada: tres sobrinos habían muerto en la guerra. En el 53 la línea se prolongó a Alemania; fuimos también con Eduardo Caballero Calderón y su esposa Bell. Gregorio Obregón convenció al coronel de que escribiera su propia historia: el coronel se negaba. Gregorio insistía. Finalmente se llegó a un acuerdo sobre la base de que no sería una historia personal. .
” ‘Una historia con alas’ fue escrita y corregida, en Madrid, a dos cabezas y cuatro manos. El coronel escribía, Eduardo Caballero escribía y nosotras no solo pasábamos en máquina sino que opinábamos”.
Cuando apareció “El Independiente” se solicitó la ayuda de Isabel.
“Si, dice con modestia, me llamaron para que ayudara. Inés (de Montaña) se había quedado en los Estados Unidos y entonces comencé a escribir allí, y me quedé de cabeza, a pesar de que el coronel no quería por ningún motivo que trabajara de tiempo completo”.
Después —poco tiempo después— del 9 de abril Isabel fue una de las más entusiastas participantes de la Sociedad de Amor a Bogotá, que en esa época presidía la alcaldesa Elena Aya de Mazuera. Desde entonces ha seguido en actividades de progreso: voluntariado en el Colegio de las Hijas de María de las Esclavas, fundado por María Mercedes López, Liga Antituberculosa Colombiana, etc.
La actividad principal de Isabel, actualmente, se concentra en su columna de modas y su colaboración en la Sección Femenina de El Tiempo.
“Solo lo que la vida…”
Hay algo que interesa a Isabel tanto como su trabajo y su casa… los viajes.
“Vamos a Europa cada vez que podemos, pero naturalmente eso no es muy frecuente”.
Isabel —al lado del coronel— ha experimentado de manera directa y personal la evolución de la aviación y la de Avianca:
“Antes en DC4, después en Constellation, ahora en jet”.
Y cuando vuela es una persona completamente tranquila.
“Es que yo no podría sentir miedo”, dice.
“Naturalmente he pasado algunos sustos: sustos que se convierten en pánico, cuando veo al coronel ‘blanco’… Claro que esto no ha sucedido casi nunca. Dos o tres veces en la vida”.
Sonríe, piensa que hay cosas muy divertidas: “pero francamente… eso no le interesa a nadie. Además mí vida no tiene nada interesante. Lo interesante es lo que la vida me ha puesto a mí por delante”.