Accidente del “Chocó” en Girardot.

Junkers F.13 “Chocó”
El accidente en Girardo:
El día miércoles 15 de mayo de 1929 durante la operación de despegue en el rio Magdalena en la población de Girardot, el Junkers F.13 bautizado con el nombre de “Chocó” de la compañía SCADTA, sufrió un grave daño al rompérsele uno de los flotadores que cercenado al ser alcanzado por la hélice, dejando el hidroavión a merced de las corrientes del rio Magdalena y a punto de sumergirse.
A continuación transcribimos el relato de uno de los sobrevivientes, dos días después del accidente en que murió ahogado uno de los pasajeros.
EL DRAMÁTICO HUNDIMIENTO DEL HIDROAVIÓN ‘CHOCÓ’
UN SALVAMENTO MILAGROSO
El señor Rampoll, uno de los sobrevivientes, hace para EL TIEMPO un sensacional relato de todos los incidentes.
Encontramos al señor Rampoll en su habitación del Hotel Ritz, en compañía de una media docena de alegres muchachos de nacionalidad americana. El señor Rampoll tiene próximamente 25 años. Al hacernos la relación de las peripecias que le tocó sufrir parece como si relatara con cierto entusiasmo una verdadera hazaña deportiva. El viaje que le tocó hacer de Girardot a Bogotá parece como si ni siquiera le hubiera causado cansancio y rebela la exuberancia de vida y de alegría, que nadie pudiera decir que acaba de librarse milagrosamente de una muerte segura. Nuestra visita la recibió con amable gentileza y la conversación inmediatamente versó sobre el siniestro del avión “Chocó”.
—Las relaciones que dan los diarios carecen de algunos detalles que yo tengo mucho gusto en suministrarlas. Ustedes sabrán dispensar el mal castellano que hablo y la dificultad con que me hago entender.
Los pasajeros del avión
El oleaje no fue la causa del siniestro
El momento fatal
El señor Gutiérrez comprendió la maniobra y siguió mi consejo. Así íbamos muy bien. Pero como yo nado bastante bien, alcancé a adelantarme cerca de veinte metros al señor Gutiérrez, quien, sin embargo, venía nadando detrás de mí perfectamente y sin que diera demostraciones de cansancio. De pronto, cuando ya estábamos relativamente a corta distancia del avión, oí un grito detrás, que dijo: “Me ahogo!” Volví a mirar y vi que el señor Gutiérrez venia nadando. Le animé a que hiciera un esfuerzo para alcanzar la máquina en donde podríamos tomar descanso agarrándonos a las alas u a otra parte cualquiera y aun pretendí devolverme para ayudarle, pero comprendí que sería imposible y con buen acuerdo decidí por alcanzar el avión. Unos pocos metros más adelante, cuando yo ya muy cansado llegué al hidroavión y tomé seguridad, pude volver a mirar y me encontré con que el señor Gutiérrez ya no venía tras de mí. Había desaparecido tragado por el agua.
Cómo se salvaron los otros pasajeros
Según supe después, cuando la máquina dio el bote, la señora del señor Pardo Dávila, que llevaba en brazos a su hijito de dos años de edad, cayó al agua, yéndose de para atrás. Uno de los pilotos que estaba sobre la misma ala en donde se había colocado para hacer que la máquina guardara el mayor equilibrio posible, también cayó. La señora, afortunadamente, cayó en brazos del piloto, con su hijito, que no quiso abandonar ni soltar un solo instante. El piloto, que es un habilísimo nadador, pudo coger a la señora y asegurarla, mientras con la otra mano se asió fuertemente a un pedazo de tronco y así continuó también a la deriva, mientras la misma corriente los llevó cerca de la máquina y el piloto se agarró a la máquina flotante. Es de notar tanto el valor y pericia del piloto, como la serenidad de la señora, que fue lo único que pudo salvarlos en semejante trance.
Cuento al señor Pardo, la manera como se salvó, él que era quizá uno de los más impresionados especialmente por la suerte que hubiera podido correr los suyos, fue sencillamente providencial. Cuando los pilotos notaron el daño que tenía la nave, uno de sus primeros cuidados fue botar el ancla para ver si podían sujetar el hidroavión. La corriente era en aquella parte muy fuerte y por esta razón el cable del ancla se reventó. Al momento de caer al agua el señor Pardo, se asió al pedazo de cable que quedaba y en esta forma pudo seguir, como nosotros, el curso de la corriente.
Una canoa salvadora
En el lugar en donde los náufragos tomamos la canoa pudimos divisar una playa a corta distancia en la ribera del río, que pertenece al departamento de Cundinamarca, y hacia ese lado hicimos encaminar la embarcación. Su conductor nos proponía que subiéramos en ella el río hasta Girardot, lo que haría en el curso de hora y media, pero el señor Pardo estaba muy nervioso y prefirió que ganáramos la orilla, y así se hizo. Estábamos allí discurriendo sobre lo que debíamos hacer cuando un hombrecito nos gritó de la orilla opuesta que atravesáramos el río en la canoa para llegar allá y él nos conduciría por un camino corto muy pronto a Flandes. Lo hicimos en esa forma y allí pudo cambiarse el señor Pardo algunas prendas de vestir y todos, caminando a pie durante algo más de una hora, pudimos llegar a Flandes, en donde fue fácil tomar una máquina que nos condujo al hotel.
El salvamento de los pilotos
Los pilotos del “Chocó” habían seguido sobre la máquina llevando el curso del río. Cuando llegó a Girardot el hidroavión que venía de la Costa no nos pudo divisar. En los hangares supo la desgracia que habla ocurrido y llenando la máquina nuevamente de gasolina emprendió la búsqueda a lo largo del rio, volando muy bajito. Pero como ésta iba bastante consumida no alcanzó a divisarla. Nosotros pudimos verla que iba bastante despacio y a corta altura, pero ellos no nos divisaron. Por lo que después supe, al avión lo recogió bastante más abajo el vapor “Urabá”, que lo trajo a remolque nuevamente al hangar. Naturalmente, toda la cola horriblemente destrozada y la máquina inservible, a causa de los golpes de la corriente.
Me parece que sería de elemental justicia anotar el valor y la sangre fría, la serenidad de los pilotos del “Chocó”, esa disciplina militar, que a semejanza de los capitanes de grandes barcos trasatlánticos, prefieren seguir la suerte de sus embarcaciones antes que verlas perdidas y salvarse ellos.
Hemos conversado cerca de una hora con el simpático sobreviviente de este lamentable siniestro que justamente ha causado consternación en el público, y nos despedimos felicitándolo por haber salido tan bien librado de semejante emergencia. Nuestro interlocutor sonríe amablemente y parece muy contento, tan contento como después de haber ganado un buen campeonato en cualquier sport arriesgado.
